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- Perdoname tío Juan
- Basta de hipocresía
- Dispersos
- Balada de José y Carlos
- Black Power
- Comandante amigo
- Quiero que me entiendan, quiero que me escuchen
- No basta rezar
- Humanidad
- Vamos gente de mi tierra
Las canciones mencionadas anteriormente aparecerán de nuevo en discos posteriores con su sello disquero Cigarrón, (exceptuando Balada de José y Carlos; y Quiero que me entiendan, quiero que me escuchen)
En el disco titulado Lo primero de Alí Primera (1973), van a aparecer: Perdóname tío Juan, Basta de hipocresía, Dispersos, Comandante amigo y Vamos gente de mi tierra.
Solamente desarrollamos en esta sección (1er. disco de Alí Primera) las canciones: Balada de José y Carlos y Quiero que me escuchen, quiero que me entiendan. Estas dos canciones no las volvió a grabar. Las otras canciones las grabaría en años posteriores, y se tratarán en los discos correspondientes.
En el disco Alí Primera, Volumen 2 (1974) aparecen: Black Power y No basta rezar. Finalmente, Humanidad apareció en el disco Canción mansa para un pueblo bravo (1978).
Inti Clark Boscán y Simón Petit autores del libro: No cantar es perdernos, mencionan que el disco fue lanzado en el año 1967; no obstante José Millet en su diferentes investigaciones sobre Alí Primera lo indica como producido en el año 1969. [2]
Incluye en su contraportada un escrito de Héctor Mujica:
Alí Primera no es un seudónimo. Es el nombre de un joven universitario, estudiante de Ciencias, nativo del estado Falcón. Digo que no es un seudónimo porque este cantante de la protesta venezolana y universal tiene nombre de cantante de protesta. Y de guerrillero. Hay nombres que nos sugieren exactamente su contenido. Manuel Rodríguez, por ejemplo inmortalizado por Neruda en las “Tonadas” famosas, no podía ser otra cosa que el Guerrillero. Alí Primera no podía ser sino el cantante de la juvenil y alborozada protesta venezolana.
Quiero que me escuchen
quiero que comprendan
que mi canto no se pierda
espero que luchen.
Alí canta al campesino, al soldado del pueblo, al obrero, al estudiante, a la madre, al labriego de la nueva vida que en el mundo se está forjando con la sangre de los pueblos. A veces triste (El pueblo está triste, el pueblo te llora), este trovador tiene, empero, el coraje suficiente – coraje de pueblo – para no llorar, pues allí están el Black power, el Comandante Amigo, el pueblo innumerable, el hombre innumerable, solidario, presente amigo. Es un cantante más cerca de la balada que de la canción, más próximo a la protesta que al grito, más allegado al alma que a la sangre. Cuando canta lo hace con entrañable afecto por el otro, por el prójimo. Por eso canta sus canciones, que él mismo compone, de un lado a otro de la Universidad, de un rincón a otro de Caracas, de pueblo en pueblo de Venezuela, una latitud que sus dedos rasgan en la Guitarra y su voz levanta con fervor nacionalista.
Quiero que me escuchen
quiero que comprendan
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